Zlatan Ibrahimovic asegura en su libro autobiográfico que al final le prometió a Pep Guardiola adaptarse al sistema para seguir en el Barça
Zlatan Ibrahimovic, en el entrenamiento de Suecia en el Friends Arena de Estocolmo
/ FOTO: JONATHAN NACKSTRAND - AFP
Joan Josep Pallàs
05/02/2013 02:00
Uno de los secretos mejor guardados de la historia reciente del FC Barcelona fue qué se dijeron Zlatan Ibrahimovic y Pep Guardiola
en el despacho de la Ciutat Esportiva en el que se encerraron en verano
de 2010, semanas antes de que se oficializara el traspaso del delantero
sueco al Milan. A falta de conocer la versión del ex técnico azulgrana,
nunca revelada, queda el testimonio de la otra parte, explicada en el libro autobiográfico 'Jag är Zlatan Ibrahimovic' ('Yo
soy Zlatan Ibrahimovic'), un fenómeno superventas en su país en el que
el ídolo local desgranó toda su carrera, con especial detenimiento en su
breve y frustrante paso por el FC Barcelona.
"¿Cómo vamos a seguir?", cuenta Ibra que le preguntaba Guardiola en Sant Joan Despí una y otra vez después de un año de difícil convivencia. "Voy a trabajar duro, voy a ocupar la posición en el campo que tú quieras, detrás o delante o debajo de Messi, tú decides", prometía Zlatan. "Ya, pero ¿cómo vamos a seguir?", repetía Pep. "Haré como todos los demás, jugaré para Messi", respondía el sueco. Su ofrecimiento, es sabido, no sirvió de nada. La historia, incompleta y sesgada cuando se cuenta sólo a través de uno de los testimonios, acabó con Ibra semanas después llegando a las oficinas del FC Barcelona con pose desafiante y arremetiendo en los medios contra Guardiola.
Este miércoles Ibrahimovic y Messi vivirán un reencuentro amistoso en todos los sentidos. Las selecciones de Suecia y Argentina no se juegan más que el honor del vencedor y ambos futbolistas no tendrán apuros para saludarse y charlar. El suyo fue un enfrentamiento táctico que no manchó una relación personal correcta. Ibra elogia siempre al argentino cuando tiene ocasión y, sin ir más lejos, le votó en la última edición del Balón de Oro por detrás del también azulgrana Andrés Iniesta, algo que otros, con excusas peregrinas, se negaron a hacer, como Cristiano Ronaldo. Pero a Ibra, eso no lo esconde en el libro, le costó Diosy ayuda llegar a la conclusión de que su futuro en el Barça pasaba por someterse al incuestionable reinado del argentino. "Messi era la gran estrella. El equipo era suyo. Era tímido y buena gente y me gustaba, pero yo también dominaba en el campo. Debió ser para él como si alguien entrara en su casa y se tumbara en su cama. Entonces él le explicó a Guardiola que ya no quería jugar más en la banda, que quería jugar por el medio". Ahí empezó "la guerra con Guardiola", según Ibra, que pidió explicaciones y no las tuvo. "Guardiola dejó de hablar conmigo, dejó de mirarme".
La "guerra" de Ibrahimovic fue paradójicamente la mejor de las soluciones para el futuro del Barça, ya que con Messi centrado se empezó a producir la mayor de las explosiones futbolísticas y estadísticas de la historia contemporánea del deporte rey. Messi, jugando el rol de falso 'nueve', ha triturado todos los rankings goleadores habidos y por haber y se ha confirmado como el mejor jugador de todos los tiempos, así que Ibra, para el común de los barcelonistas, es considerado pasado el tiempo un daño colateral asumible, una víctima razonable. Messi marcó territorio como hacen todos los futbolistas y salió vencedor.
Más frustrado quedó Ibrahimovic, quien reconoce al principio de su libro que aterrizó en el Camp Nou con la más grande de las ilusiones: "Cumplía mi sueño desde pequeño, jugar en el mejor equipo del mundo". Lo que hubiera pasado con el Barça si Pep hubiera aceptado las promesas de Zlatan en aquel despacho de Sant Joan Despí no lo sabremos nunca.
"¿Cómo vamos a seguir?", cuenta Ibra que le preguntaba Guardiola en Sant Joan Despí una y otra vez después de un año de difícil convivencia. "Voy a trabajar duro, voy a ocupar la posición en el campo que tú quieras, detrás o delante o debajo de Messi, tú decides", prometía Zlatan. "Ya, pero ¿cómo vamos a seguir?", repetía Pep. "Haré como todos los demás, jugaré para Messi", respondía el sueco. Su ofrecimiento, es sabido, no sirvió de nada. La historia, incompleta y sesgada cuando se cuenta sólo a través de uno de los testimonios, acabó con Ibra semanas después llegando a las oficinas del FC Barcelona con pose desafiante y arremetiendo en los medios contra Guardiola.
Este miércoles Ibrahimovic y Messi vivirán un reencuentro amistoso en todos los sentidos. Las selecciones de Suecia y Argentina no se juegan más que el honor del vencedor y ambos futbolistas no tendrán apuros para saludarse y charlar. El suyo fue un enfrentamiento táctico que no manchó una relación personal correcta. Ibra elogia siempre al argentino cuando tiene ocasión y, sin ir más lejos, le votó en la última edición del Balón de Oro por detrás del también azulgrana Andrés Iniesta, algo que otros, con excusas peregrinas, se negaron a hacer, como Cristiano Ronaldo. Pero a Ibra, eso no lo esconde en el libro, le costó Diosy ayuda llegar a la conclusión de que su futuro en el Barça pasaba por someterse al incuestionable reinado del argentino. "Messi era la gran estrella. El equipo era suyo. Era tímido y buena gente y me gustaba, pero yo también dominaba en el campo. Debió ser para él como si alguien entrara en su casa y se tumbara en su cama. Entonces él le explicó a Guardiola que ya no quería jugar más en la banda, que quería jugar por el medio". Ahí empezó "la guerra con Guardiola", según Ibra, que pidió explicaciones y no las tuvo. "Guardiola dejó de hablar conmigo, dejó de mirarme".
La "guerra" de Ibrahimovic fue paradójicamente la mejor de las soluciones para el futuro del Barça, ya que con Messi centrado se empezó a producir la mayor de las explosiones futbolísticas y estadísticas de la historia contemporánea del deporte rey. Messi, jugando el rol de falso 'nueve', ha triturado todos los rankings goleadores habidos y por haber y se ha confirmado como el mejor jugador de todos los tiempos, así que Ibra, para el común de los barcelonistas, es considerado pasado el tiempo un daño colateral asumible, una víctima razonable. Messi marcó territorio como hacen todos los futbolistas y salió vencedor.
Más frustrado quedó Ibrahimovic, quien reconoce al principio de su libro que aterrizó en el Camp Nou con la más grande de las ilusiones: "Cumplía mi sueño desde pequeño, jugar en el mejor equipo del mundo". Lo que hubiera pasado con el Barça si Pep hubiera aceptado las promesas de Zlatan en aquel despacho de Sant Joan Despí no lo sabremos nunca.
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