martes, 13 de diciembre de 2011

crónica del marca, sobre el clásico

real madrid 1-3 barcelona

Paseo en La Castellana

santiago siguero 11/12/11 - 00:01.
El Barça volvió a pasearse en el Bernabéu. Al Madrid no le sirvió ni un gol a los 22 segundos para quitarse de encima un fantasma que amenaza con eternizarse en la Casa Blanca. Abrió el marcador Benzema, pero el Barça empató cuando quiso Messi, que asistió a Alexis para el 1-1. El 1-2 llegó a la vuelta del descanso, en un remate de Xavi que tropezó en Marcelo, y Cesc cerró el marcador con un gran gol de cabeza. El 1-3 refrendó la superioridad de un Barça que volvió a imponer su estilo paciente y de toque ante un Madrid al que ni siquiera tranquilizó el gol de Benzema. Más bien todo lo contrario.
Mourinho tiene un serio problema. No se trata de que su equipo no pueda competir con el Barça. Se trata de que no se lo crea. La victoria del Barça puede tener un efecto devastador sobre la moral del madridismo, rearmada a base de victorias, goles, buen juego incluso, pero demolida otra vez por un rival que hizo exactamente lo que todo el mundo esperaba que hiciera. Jugar con tres atrás o la identidad de los escuderos de Messi, son todas cuestiones secundarias. Mientras el fútbol se decida en el centro del campo y Messi juegue en el Barça, el clásico sólo se explica en clave azulgrana.
El Madrid tuvo el inicio soñado: un estadio a toda presión, una salida en tromba y un regalo de Valdés, que no despreció Benzema. Pero el sueño no tardó en envenenarse, porque el equipo local dio un paso atrás y permitió al Barça recuperarse en torno al balón. Sucedió entonces algo increíble: el Madrid iba ganando, dejaba a su rival a nueve puntos potenciales, pero eran los blancos los que corrían, los que confundían la velocidad con la prisa, los que hacían de cada posesión una contra. Siempre. Ni una vez se paró el Madrid a pensar, a darse un respiro, ni obligó al Barça a correr tras la pelota. Sucedió todo lo contrario. Fue el Barça quien, como sabiendo el final de la película, se puso a tocar, imponiendo su superioridad numérica en el medio, abriendo el campo con Iniesta, intercambiando piezas en ataque. Con todo, al rescate tuvo que acudir el de siempre, el jugador que siempre está en este tipo de partidos, que se fue de cuantos quiso antes de asistir a Alexis, que definió con maestría.
Messi gobernó el partido sin necesidad de hacer goles; Cristiano falló dos ocasiones que pudieron haber cambiado el guión
Poner el foco sobre Messi obliga a volver la vista sobre Cristiano. El portugués firmó otra noche para olvidar ante el Barça. Se equivocó en todas las decisiones importantes que hubo de afrontar, en especial en una contra que, con 1-0, decidió apostar a su gol en lugar de regalárselo a Di María. Hay otro futbolista del Madrid cuyo comportamiento es sintomático en este tipo de situaciones. Tras el empate, Pepe empezó a tener demasiado trabajo. Y ya se sabe lo mal que le sienta a este hombre el estrés.
Con todo, el partido se quebró en un lance inopinado. El Madrid, que salió del receso oxigenado, se derritió tras el 1-2. Xavi Hernández cazó un balón insulso en la frontal y el cuero, tras tocar en Marcelo, burló a Casillas. Entró llorando, tras tocar el palo, y así dejó al Madrid, incapaz de levantarse ante el muro azulgrana. No pudo tirar de él Benzema, pese a todo el mejor de su equipo, ni Di María, casi siempre precipitado, ni Ronaldo, que cerró una noche negra cabeceando fuera el balón del 2-2. Era un caramelo y, además, nadie le molestaba. Todo lo contrario que le sucedió a Cesc cuando, menos de un minuto después, remató en el segundo palo un centro perfecto de Dani Alves. El brasileño llegó como un avión, lanzado por Messi, quién si no. Leo no necesitó goles para gobernar el partido.
El tanto de Fàbregas cerró el partido, aunque el Barça, aferrado a un gran Iniesta, no renunció a hacer sangre. Pudo hacerlo, como también Benzema y Kaká estuvieron cerca del gol. En ambos casos hubiera sido maquillaje. Superfluo en el caso del Barça e insuficiente en el del Madrid. A día de hoy, la diferencia entre estos dos equipos no se mide en goles. Se mide en confianza. Y, en esa carrera, el equipo de Guardiola está a años luz del de Mourinho.

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