viernes, 24 de febrero de 2012

Las fiestas secretas de Blas

Las fiestas secretas de Blas

Hubo 'fiesta'. Un globo (Villar), dos globos (Rosell), tres globos (conversación ¿secreta?), la luna es un globo que se me escapó (conspiración al canto, intolerable). El penúltimo globo-sonda mediático vuelve a sumergir en el fango la credibilidad del fútbol español que, visto, escuchado y leído, vive en la ciénaga más hedionda.  Hubo reunión secreta en el Hotel NH Alcalá, entre Ángel María Villar, Residente — con R más que con P — de la Federación española de Fútbol y Sandro Rosell, máximo mandatario del FC Barcelona. Al parecer, durante la conversación (¿secreta?) ambos hablaron de la final de Copa del Rey — qué desfachatez, intolerable- y por lo visto, de árbitros (esos señores de negro, hoy de amarillo huevón, ejecutores de contubernios maquiavélicos).  En algún momento de la conversación (¿secreta?) sin contexto definido alguno, el reelegido Villar comentó: 'Qué más quieres que te dé, Sandro, no puedo darte ya nada más'. Acabáramos ¿será posible que un gato silbe? Se descubrió el 'panettone'. Luz y taquígrafos. El grito en el cielo. Operación 'acoso y derribo' en marcha. Barra libre de sospechas, todo a cien: Que Villar, garante de la competición, no puede reunirse con nadie en secreto. Que resulta más grave todavía porque, encima, se reúne con el presidente del Barça. Y que Villar, un cuarto de siglo diciendo 'fúrbol' y el mismo tiempo presidiendo la RFEF, no sólo tiene que ser honrado sino además, parecerlo. Como la mujer del César, oiga. Dicen los cruzados de la 'mano negra', germinadores de la sospecha, que Villar debería dimitir. Que esto es un politiqueo nauseabundo. Que es una afrenta a Florentino Pérez. Y que, cuando a Villar se le consienten estas conversaciones (¿secretas?) es porque su superior, Platini, es el dedo que le señala el camino. Una confabulación en toda regla. Aún no se ha dicho que todo responda a un atentado, gravísimo, contra la unidad de España, pero todo se andará.
El pasado 28 de octubre también hubo 'fiesta'. Tuvo lugar otra reunión menos publicitada, de menor repercusión que cualquiera de los múltiples gases verbales de 'Mr.Excusas'. Ese día nos desayunamos con la noticia de que Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, se había reunido con Ángel María Villar para hablar de lo humano y lo divino. Hubo fiesta. Un globo (Villar), dos globos (Florentino), tres globos (conversación ¿secreta?), la luna es un globo que se me escapó (sanción a Mourinho). Una charla (¿secreta?) destapada por el periodista José Félix Díaz en 'El Confidencial', contando que habían mantenido diferentes contactos para pactar una sanción a la carta para Mourinho, por su dedo en el ojo de Vilanova. Tras múltiples conversaciones (¿secretas?) entre el director corporativo del Real Madrid y el secretario de la RFEF, siempre según J.F. Díaz, Florentino y Villar firmaron el 'Pacto de Las Rozas', dulcificando el castigo de Mou. De ahí que, cuando el Comité de Competición hizo pública la sanción el pasado 5 de octubre, cincuenta días después del dedazo, nadie alzase la voz en el Real Madrid contra la decisión del juez instructor del caso. Acabáramos. Pero entonces no se descubrió el 'panettone' y nadie tuvo las agallas de preguntarse cómo es posible que un gato silbe. En aquellos días, los cruzados de la sospecha no exigieron la dimisión irrevocable de Villar. Tampoco sacaron de paseo a la mujer del César. Será que la pobre debe ser honrada y también parecerlo, pero solo dependiendo del color de la camiseta. Después de aquella reunión no se escuchó el rugir de los altavoces mediáticos inquisitorios, vociferando que la reunión entre Florentino y Villar constituía una afrenta a Rosell.  No se teorizó acerca de que, cuando a Villar se le consienten esas conversaciones (¿secretas?) con Florentino, es porque su superior, Platini, es el dedo que le señala el camino. Y nadie, desde luego, osó pensar que aquello amenazaba la unidad de España, faltaría más.
Caray con las conversaciones y las fiestas secretas de Blas.  El grado de sospecha depende del color de la camiseta de sus protagonistas. Como el girar del ventilador para esparcir la mierda, a gusto del consumidor, ansioso de que le masturben cada vez que paga un euro en el kiosco. Por ese módico precio, se incita a dudar de la limpieza de la competición, de los árbitros, de las instituciones y de la Federación.  Será que hay quien disfruta, como un marrano en una charca, destrozando la credibilidad del fútbol español. Enhorabuena. El trabajo de demolición y el sistemático asesinato de reputaciones, está dando sus frutos. Nuestro fútbol vive en el barro. Con la bufanda al cuello, por supuesto.
Rubén Uría / Eurosport

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