martes, 13 de marzo de 2012

Rondito en una baldosa


De acuerdo, la baldosa estaba blanda. Pero ahí que se plantaron los bailarines de claqué. Gomosa y reblandecida, como si en Santander hubiese llovido 40 días y 500 noches consecutivas. Por decisión local, el partido iba a jugarse en la mitad del terreno y esa es una propuesta que al Pep Team le encanta porque sus esfuerzos pasan a dividirse por dos. ¿A medio campo? Pues a medio campo. Rondito a medio campo para afinar piernas cara a la Champions. Porque esta es la propuesta: seguir peleando cada domingo, pese a la indestructible distancia respecto del Madrid, para que toda la plantilla esté pletórica en los grandes duelos europeos. Si bajasen los brazos en la Liga, acomodándose a un segundo puesto tranquilo y plácido, resultaría inviable mantener el buen estado de forma de aquellos que ya vuelan y aún más difícil recuperar a quienes todavía tienen pendiente volver a su mejor nivel. Contra semejante propuesta conspira la realidad: a cualquier equipo se le hace difícil competir únicamente como herramienta instrumental para alcanzar la buena forma. La tentación de dejarse ir es avasalladora, de ahí que se perciban sensaciones diferentes un miércoles de Champions que un domingo de siesta, pues no hay humano capaz de aparcar todas sus emociones.
Incluso así, al Barça le basta con el precepto guardioliano de salir a competir como si hubiese Liga, para acabar encerrando el partido en ese baldosín. Un Racing de pocas dimensiones y pesada mochila anímica intenta echar cristalitos sobre la baldosa por si el campeón resbala, pero a los bailarines esos cristalitos les parecen luces de neón del escenario y se ponen a danzar en ese medio campito como si Fred y Ginger tuviesen la tarde libre en Santander. Rondo limpio de cánon ortodoxo, con la presión en las amígdalas locales, imposibilitados casi de salir del área propia, tan arriba vivía el equipo de Guardiola, que pese a tantos avatares sigue marcando los ritmos a su gusto: renovará (salvo mayúscula sorpresa) cuando nadie le pregunte por ello; recuperará a los lesionados y caídos en el momento adecuado; y tendrá a su plantilla guerreando cada domingo en la Liga para que todos los violines estén listos y afinados en las jornadas sinfónicas de mayo. Llegar a todo eso, más los tres títulos ya acumulados en el curso, sería otra piedra preciosa del orfebre Guardiola.

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