martes, 6 de marzo de 2012

El Tintín de Albacete



No lo duden: brinden por él. Larga vida al Tintín de Fuentealbilla, el jugador capaz de convertir la gran ausencia en un problema soportable. Falta Messi y tiemblan las murallas del reino, pero está Iniesta y donde había un agujero insondable aparece la pasarela que permite caminar y seguir en la pelea. Esa es la principal consecuencia del sábado noche: comprobar a quirófano abierto que el Pep Team quiere batallar una Liga que está, virtualmente, en el zurrón de un Real Madrid imparable. Después de darle mil vueltas al calcetín de todos los argumentarios, que si la renovación de Guardiola, que si preservar energías, que si volcarse en la Champions… el equipo vació de dudas los armarios: desea seguir peleando por la Liga, aunque sea un esfuerzo infructuoso. Es la exigencia del deportista campeón: luchar siempre, incluso cuando esa lucha sólo contiene el germen de la esterilidad final.
Podía preverse que sería así. Que gente como Iniesta, Xavi, Valdés o Mascherano no iban a retirarse a la ducha regalando títulos y victorias. No sin antes pelearlo. Aunque parezca poco, eso es mucho en un grupo acostumbrado a vivir dentro de la lámpara mágica del triunfo y que ahora se ve atravesando los negros campos de la inminente derrota. Otros, e incluso ellos mismos en otros tiempos, habrían firmado la carta de dimisión y cambiado de tercio, a la espera de vientos y jardines más favorables. Pero este grupo se ha empeñado en remar contra el viento, pese a la certeza de lo que le espera en la orilla final.
Y entre ellos, Andrés Iniesta, jinete pálido del equipo, líder silencioso desde la posición de interior izquierdo, el hombre capaz de ocultar tras su frágil silueta la sombra gigante del argentino ausente. Desde la timidez innata, como quien quiere pasar desapercibido: Oiga, yo les construyo esta pasarela hasta la portería contraria, pero no le digan a nadie que fui yo; digan que fue casualidad, que yo solo pasaba por allí... Esa es su manera de ser: fabricar obras de arte como quien hierve unos macarrones para la niña que llega del cole. Remover el agua y echarle sal con una mano, mientras con la otra va pintando la bóveda majestuosa de una catedral de leyenda. Iniesta, la abrumadora presencia en el día de la gran ausencia.
- Ilustración: Marc Vicens. En la web: marcvicens.com

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