martes, 6 de marzo de 2012

La terrible soledad de Guardiola

Rubén Uría

La terrible soledad de Guardiola

 


Florentino Pérez no pudo con el Barça a golpe de talonario. Y a Messi, para disgusto de un ex director de periódico, nadie pudo pararle. Ni por lo civil, ni por lo criminal. En ese escenario, el Mejor Club del Siglo XX, se vio desplazado por un Barça ejemplar. Y lejos de creer en sí mismo, el Madrid se fue desfigurando, hasta convertirse en una caricatura de si mismo. Desechó la autocrítica y entró en proceso de autodestrucción. Se echó en brazos de sus corifeos de la prensa y cuando todo eso falló, Florentino recurrió a Mourinho, coleccionista de títulos y problemas. Mou ganó en la sala de prensa, Guardiola en el campo. En ese escenario, el Madrid descuidó el juego y se recostó en el villarato para edulcorar su fracaso. Frustrado por contemplar la mejor versión del Barça, se abrazó sin rubor a una realidad paralela. Aunque fuera falsa. El Barça no ganaba por su fútbol, sino por los árbitros; Messi era muy bueno pero pesaba más Villar;  Iniesta era el mejor pero Unicef hacía más; Xavi era la releche,  pero la mano de Platini era muy alargada. El objetivo, ensuciar al Barça. Guardiola y su equipo contestaron en el único lugar donde la contienda resulta equilibrada, en el campo. Una Liga y una Champions.
Hoy el Madrid juega más y llora menos. Y sus resultados, hijos del buen juego que no del arbitraje, han coincidido con la fatiga de un Barça lastrado por las lesiones. Esa coyuntura ha desatado la fiesta de los profetas del fin de ciclo, ansiosos por poner a proa a Guardiola. Lógico. Lo triste es comprobar cómo un par de resultados negativos, otro par de errores de los colegiados y un buen partido del Madrid en el Camp Nou han resucitado a las fuerzas vivas del pesimismo genético del barcelonismo, que tanto daño hizo al club en épocas pretéritas. Algunos popes del periodismo catalán, ahora que el Madrid es líder, se han desviado de la línea elegante marcada por Guardiola, para apuntarse al revisionismo arbitral. Resulta estomagante comprobar que los que denunciaban la ética de la suciedad contra el Barça, ahora se empeñen en manchar al Madrid. Los valores de los que presumían en sus editoriales se han desvanecido por un par de resultados  y han vuelto, cuando menos falta hacía, a enseñar la patita. No han aprendido nada. Caverna contra caverna, diálogo de besugos.
El núcleo duro de los directivos del Barça ha dejado que una prensa que no ha aprendido nada de lo ganado y de cómo se ha ganado, vuelva a marcar los tiempos del club. Con el Madrid en pleno vuelo, después de una hegemonía aplastante del Barça, han llevado a la institución a una encrucijada terrible: Escuchar a Guardiola y demostrar que los valores se tienen cuando se gana y también cuando se pierde, o volver al victimismo, al quejío de los años ochenta, donde el Madrid de La Quinta jugaba y ellos se refugiaban en confabulaciones. En esa tesitura, el portavoz del Barça habló. Dijo querer saber qué criterios sigue Competición para sancionar y entrar de oficio. Perfecto. Luego confirmó que el Barça no acudirá a una reunión con la Federación y el Athletic de cara a la final de Copa. Pataleta. Acto seguido, proclamó que su rueda de prensa no era para quejarse de los árbitros y que si se entendía así, se expresaba fatal. Confirmado: No se expresa mal, sino lo siguiente. De postre, respondió a un periodista que no se atrevía a decir lo que pensaba de los árbitros en voz alta. De aurora boreal. Que hable el mundo y calle el hombre. La directiva quiere volver a los años ochenta.
Una parte del barcelonismo denuncia estar harto de poner la otra mejilla, cree en rajar de los árbitros y justifica los malos modos. Son los mismos que se llevaban las manos a la cabeza cuando el madridismo, frustrado, elevaba ese discurso para hacer frente a su falta de fútbol durante estos tres años. Valores sólidos, señorío y seny que, al calor de los resultados, se han derretido. Al fondo del debate queda la soledad del hombre que ha sido capaz de invertir una tendencia en los éxitos y las excusas, Guardiola. Un tipo que ha sido recogepelotas, jugador, capitán, entrenador, portavoz y escudo del club, que ha conquistado 13 de 16 títulos posibles y ha sublimado un estilo de juego admirado en el mundo. Bueno, pues al mejor entrenador de la historia del club, sus directivos no le escuchan. Si después del partido del Sporting sus jugadores le dieron todos los motivos y la fuerza para seguir, al no capitular con uno menos y pelear por una Liga cuesta arriba, la directiva ayer le ofreció sobrados motivos para hacer las maletas. Él habla, otros empequeñecen. Él limpia el escudo, otros lo ensucian. Él respeta al rival, otros lo manchan. Él prestigia el club, otros lo crispan. Él habla de valores, otros los prostituyen por un par de resultados. Está muy solo.

Rubén Uría / Eurosport

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